Editorial 11: ¿Qué es la Inteligencia Emocional?
Octubre de 2011
Durante la crianza y educación de sus hijos, los padres se preocupan mucho por su capacidad de aprendizaje, y si ésta no evoluciona aparentemente bien, la preocupación se incrementa y empieza a proyectarse en el futuro posible ¿qué será de mi hijo en la vida, si no consigue hacerlo bien en el colegio?
Sin embargo, hay que recordar que el éxito en el sistema escolar actual no es un buen indicador de las capacidades de las personas para desarrollarse con satisfacción o para tener éxito en la vida. Cada vez se cuestiona más que el éxito escolar identifique a las personas más inteligentes, o más bien, que el fracaso escolar identifique necesariamente, a las menos inteligentes.
Inteligencia, según la Real Academia Española de la Lengua es, entre otras cosas, la "capacidad para entender o comprender" o la "capacidad para resolver problemas”. Es un término polémico, pero en el mundo pedagógico, e incluso psicológico, ha imperado mucho la idea de que inteligente es el que resuelve bien los test de inteligencia. Desde que a principios de siglo XX se le hiciera un encargo a Binet en Francia para desarrollar un test que pudiera distinguir sujetos educables y no educables, se han desarrollado, y han tenido mucho éxito en muchos ámbitos, tests capaces de medir la capacidad de las personas para resolver los problemas habituales que se presentaban en las escuelas a lo largo de todo el s. XX.
Sin embargo, la escuela actual no parece responder bien a las necesidades de formación de los niños para enfrentarse a las realidades del s XXI, y futuras. Se considera mucho, y se entrena especialmente, la capacidad matemática y lingüística, pero muy poco las habilidades sociales, la empatía, la capacidad de gestión y otras, capacidades fundamentales para muchos trabajos modernos.
En las últimas décadas se ha intentado ampliar el concepto de inteligencia y se han propuesto definiciones como “una capacidad mental muy general que, entre otras cosas, implica la habilidad de razonar, planear, resolver problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender rápidamente y aprender de la experiencia” (Mainstream Science on Intelligence, 1994) o la “capacidad para adaptarse al entorno, comprender ideas complejas, aprender de la experiencia, encontrar varias formas de razonar, de superar obstáculos mediante la reflexión” (American Psychologist Association). El cambio en el concepto de inteligencia ha sido paralelo al desarrollo de una crítica hacia el sistema educativo que le considera poco capaz de formar personas de forma global e íntegra, y poco adaptado a los cambios constantes y rápidos de la sociedad en la que tendrán que vivir y ejercer los niños que ahora acuden a las escuelas.
Un crítico fundamental del sistema educativo estándar en occidente, y del concepto de inteligencia, es Howard Gardner, reciente premio Príncipe de Asturias, catedrático de Harvard, que hace ya varias décadas inició el proyecto de intentar definir y describir la inteligencia humana. Después de muchas lecturas y estudios, concluyó en una Teoría de Inteligencias Múltiples, con unas 7 u 8 capacidades autónomas, con un componente innato pero potenciables o educables. El ha tenido mucha influencia en que se empiece a mirar a las capacidades de los niños de una manera más flexible y amplia de lo que se ha hecho tradicionalmente. Gardner habla de personas con una gran inteligencia interpersonal, otras con inteligencia intrapersonal, otras musical, otras cinestésica, lingüística, matemática, visuo-espacial o naturalista. Y explica que cada persona tiene distinta habilidad o talento natural en cada una de ellas, sin que tener mucho de una signifique tener mucho de las demás, sino que en cada uno la combinación sucede de una manera. En algunas personas predomina claramente una de ellas, otras son muy armónicas y capaces en todas las inteligencias, y otras tienen dos o tres habilidades destacadas y otras muy mediocres. Los padres entienden muy bien estas ideas. Porque conocen bien a sus hijos, y se tranquilizan al ver que lo que la escuela está enseñando y exigiendo no son las únicas habilidades posibles, ni siquiera probablemente las más importantes. Muchos padres saben que su hijo es válido en muchos aspectos, que tiene virtudes y talentos, y que el estigma de fracaso que le da la escuela no responde a toda la verdad sobre él. Y se tranquilizan cuando leen que se cuestiona la preeminencia de la inteligencia matemático-lingüística para tener éxito en la vida. Estas teorías han sido un revulsivo para los planteamientos educativos al uso. Partiendo de ellas, la educación debería tener la capacidad para potenciar las inteligencias naturales de las personas, apoyarse en ellas para el desarrollo y el aprendizaje, y a la vez educar o entrenar aquellas menos dotadas naturalmente, pero siempre tendiendo a equilibrar a la persona y procurando que cada uno desarrolle un camino de aprendizaje y desarrollo personal y profesional teniendo en cuenta sus habilidades naturales.
Siguiendo con nuestro experto de hoy, Howard Gardner ha dado un paso más adelante en su desarrollo de la teoría de las inteligencias múltiples. Ahora propone el tipo de estilos de pensamiento que deberíamos entrenar en los niños y jóvenes por su utilidad para afrontar la realidad actual y la futura. El habla de la mente ética, la mente creativa, la mente disciplinada, la mente sintetizadora y la mente respetuosa.
Dentro de las distintas inteligencias, la Inteligencia Emocional es la capacidad para relacionarnos con los demás y con nosotros mismos; es la capacidad para conocer y entender qué sentimos y qué sienten los otros, para poder así controlar y manejar las emociones. Comprende tanto la inteligencia social (interpersonal) como la intrapersonal (introspección, capacidad para conocerse a uno mismo y tomar decisiones eficientes para la vida), y según muchos teóricos de la educación es una Inteligencia esencial para conducirse con éxito en la vida.
En las últimas décadas, muchas voces reclaman que los sistemas educativos se interesen por aprender a enseñar habilidades relacionales, comunicativas, sociales, en definitiva, que se incorpore la educación emocional en el curriculum estándar de la educación obligatoria. De hecho, la Unesco determinó en el año 1998 que debían incluirse aspectos de fomento de la inteligencia emocional en las escuelas, a nivel mundial, por su potencial para reducir los niveles de violencia en la escuela.
Desde la Asociación queremos este año dar difusión a estas teorías, dar a conocer que es posible una educación emocional en las escuelas, y que es beneficioso para los niños en general, y en particular para aquellos menos dotados en las capacidades académicas tradicionales como la lingüística y la matemática.