Cómo diferenciar el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en los niños de otros trastornos asociados
Trastornos afectivos y/o emocionales.
Los
trastornos de ansiedad (emocionales) más frecuentes son las
fobias, el trastorno de ansiedad generalizado, el trastorno de
ansiedad de separación y la ansiedad social.
Los
trastornos de ansiedad generan mayores dificultades de atención que
las generadas sólo por el TDAH.
En
general los niños tienden a actuar, a irritarse y a comportarse mal,
cuando se encuentran nerviosos o tristes, para expresar su malestar.
No tienen la misma capacidad para expresar sus dificultades
emocionales que los adultos.
Es
evidente que a los niños con TDAH les resulta más difícil
responder a las demandas de su entorno, lo que hace que las
situaciones que para los demás niños son habituales, a ellos les
suponga un importante estrés (realizar los deberes, recoger sus
cosas, acordarse de detalles).
Entre
los trastornos de ansiedad con diagnóstico propio encontramos:
- Fobias simples: Son miedos específicos a algo, unido a
conductas de evitación. Por ejemplo evitar situaciones sociales en
la fobia social.
- Ansiedad por separación: Temor patológico a separarse de
los padres, con frecuencia con tener pesadillas sobre esto. Temen que
les suceda algo, les cuesta dormir solos y rehúsan participar en
actividades que les alejen de sus seres queridos. A veces se niegan a
ir a la escuela, o a ir a campamentos, lo que unido a dificultades de
fracaso puede derivar en fobia escolar.
- Ansiedad generalizada: Se dan preocupaciones excesivas y
constantes sobre rendimiento escolar, la relación con amigos…
Temor exagerado a hacer el ridículo, tensión generalizada,
autocrítica constante, temor al fracaso.
En los
menores de protección que han vivido situaciones vitales traumáticas
puede darse el Trastorno de Estrés post traumático (TEPT):
Este trastorno se caracteriza por reacciones de ansiedad a
consecuencia de la exposición a un acontecimiento vital traumático
como por ejemplo un maltrato o abuso. En esas situaciones
normalmente hubo un momento inicial de temor intenso y desesperanza.
El TEPT en niños se puede expresar con conductas agitadas y
desorganizadas. Además, lo típico del trastorno es que el
acontecimiento traumático es reexperimentado por recuerdos
intrusivos, pesadillas, escenificaciones del suceso, malestar intenso
ante situaciones que recuerdan el suceso traumático y respuestas
fisiológicas ante estímulos relacionados con el suceso traumático
(agitación, taquicardia, temblor, bloqueo). Se tienden a evitar los
estímulos asociados al trauma. Así, son frecuentes:
- esfuerzos para evitar actividades, lugares o personas que motivan recuerdos del trauma
- incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma
- reducción acusada del interés o la participación en actividades significativas
- sensación de desapego o enajenación frente a los demás
- restricción de la vida afectiva
- sensación de un futuro desolador, pesimismo
También suelen encontrarse síntomas persistentes de aumento de la activación, tal y como indican dos o más de los siguientes síntomas:
- insomnio de conciliación o de mantenimiento
- irritabilidad
- dificultades para concentrarse
- hipervigilancia
- sobresaltos
En los niños con estrés post traumático pueden darse una
gran variedad de reacciones en respuesta al trauma. Estas reacciones
van desde conductas regresivas, miedos, ansiedad, somatizaciones,
depresión, problemas de conducta, aislamiento, déficit de atención,
trastornos del sueño, mayores dificultades de aprendizaje.
Respuestas pasivas o agresivas en la interacción con los demás, En
algunos casos también hay una relación con un posible consumo y
abuso de sustancias, sobre todo para intentar paliar la
sobreexcitación fisiológica que presentan.
Los
trastornos depresivos y la baja autoestima. Pueden darse con
cierta frecuencia sobre todo en adolescentes con TDAH. La
tristeza/irritabilidad, la culpa excesiva, la tristeza y falta de
ilusión, la fatiga, y trastornos del sueño/alimentación nos deben
alertar ante la presencia de un trastorno afectivo. Es conveniente
valorar la existencia de variables situacionales que pudieran estar
generando esta respuesta depresiva. La aparición de síntomas de
depresión en niños con TDAH tiene mucho que ver con la autoestima.
Cuando hablamos de autoestima, nos referimos al sentimiento de
valía personal que cada uno tiene de sí mismo. Esta imagen se
genera en base a la información que el niño recibe de los demás,
en especial de los adultos significativos y también en base a la
consecución de metas relacionada con sus habilidades personales. Si
esta imagen es negativa, es decir el niño se considera por ejemplo
“torpe o malo”, hablamos de autoestima negativa o baja. Los
niños con TDAH crecen generalmente sometidos a una serie de
fracasos, escolares y sociales, cometen más errores que otros, se
meten en más dificultades que los demás, por lo que son reprendidos
o castigados con mayor frecuencia; no resulta raro entonces que
tengan un pobre concepto de sí mismos, lo que puede dar lugar a
estados de ánimo depresivos.
Es
normal que los niños con TDAH se sientan en ocasiones decaídos y
desilusionados porque no pueden comportarse, aprender y ser aceptados
como los otros niños. Sin embargo, un diagnóstico de depresión es
distinto. El niño deprimido puede cronificar su estado de
ánimo bajo y manifestar:
- sentimientos de preocupación excesiva, tristeza o deseo de aislamiento.
- Irritabilidad persistente.
- Pérdida de interés por todo. Aburrimiento.
- Alteraciones del sueño y apetito.
- Quejas físicas sin causa orgánica.
- Cansancio excesivo y disminución de concentración.
- Posibles ideas de muerte recurrentes.
Debido a las dificultades que presentan los niños con TDAH, y
probablemente también por razones de maduración biológica, es
normal que sean más inmaduros emocionalmente, que cambien con
frecuencia de humor y que manifiesten una deficiente autoestima. Esta
inmadurez emocional en los TDAH puede manifestarse con respuestas
emocionales excesivas (gritos inoportunos, llanto fácil, energía
desproporcionada), dificultades en la regulación emocional (pasan de
la risa al llanto o enfado con rapidez), y siendo muy reactivos o
susceptibles ante los estímulos o comentarios de otros.
Un
trastorno emocional que se diagnostica en la infancia y puede darse
también en niños con TDAH es el Trastorno del vínculo con
desinhibición, típico de menores institucionalizados, que no
han vivido relaciones de apego seguras, es decir que no recibieron el
cuidado y protección necesarios en sus primeros años. Estos niños
tienden a establecer relaciones superficiales y muy intensas, o
pegajosas, con muchas personas, son inquietos y parecen estar
buscando permanentemente la atención y cariño de otros (lo que
puede confundirse en ocasiones con síntomas de la hiperactividad).
Otros
trastornos emocionales son el trastorno bipolar, con episodios
de manía (actividad y euforia excesiva) y episodios depresivos,
junto con periodos de normalidad en el estado de ánimo. En realidad
la probabilidad de que se de el TDAH junto al trastorno bipolar no es
muy alta. El TDAH suele iniciarse muy tempranamente, mientras que el
trastorno bipolar suele aparecer en la adolescencia.