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Siguiendo nuestro estudio en los distintos aspectos que engloban la prevención en salud mental infanto-juvenil, durante 2012 hemos desarrollado la "Guía breve de Educación Emocional para familiares y educadores", encaminado para que uno pueda entender las diferentes inteligencias, la importancia de la educación emocional y de los valores, para así poder percibir mejor el potencial de su hijo mas allá de la parte solamente académica. Al igual que las demás guías, puede ser descargada gratuitamente pinchando sobre la portada.

La hiperactividad como punta del iceberg

La hiperactividad puede ser muy engañosa en los niños de acogida.

Los ingleses distinguen, muy inteligentemente, el trastorno hiperquinético del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

El trastorno hiperquinético es un diagnóstico más restrictivo que el TDAH, tiene un importante componente genético. Para el diagnóstico, en general, es necesario descartar que haya otros trastornos mentales, como la ansiedad o la depresión. Es un trastorno del desarrollo del cerebro, que madura de una forma diferente a como madura habitualmente. Las zonas del cerebro relacionadas con sostener la atención, concentrarse, mantener la información recibida y combinarla con los recuerdos y experiencias anteriores para elaborar respuestas reflexivas, demorar recompensas, jerarquizar, planificar, maduran más lentamente. Son funciones que se ubican en la parte frontal del cerebro y sus conexiones con otras áreas, y muchos estudios han mostrado su afección.

El TDAH es un trastorno que incluye no solo el trastorno hiperquinético, sino otras situaciones con alteración de la atención y la actividad, de múltiples posibles causas. Se pueden incluso incluir casos con un predominio claro de la inatención pero sin un evidente problema en el nivel de actividad o impulsividad.

Impulsividad, hiperactividad, distractibilidad es la terna de síntomas típicos del TDAH. Pero son también manifestaciones inespecíficas de muchos otros problemas psicológicos. Imaginemos algunas situaciones posibles:

Un niño de 9 años, que ha pasado por 3 familias de acogida, inseguro respecto al tiempo que estará en la actual; deseando por un lado continuar ahí, no cambiar, agradar, y por otro resentido con todos aquellos que “ no han podido con él “ y han tenido que renunciar a seguir cuidándole. Que no ha tenido la oportunidad para desarrollar el necesario control de los propios impulsos que necesita de un entorno suficientemente bueno que ponga límites, que permita la reflexión, que dé salidas a la frustración. Que no ha tenido la tranquilidad para sentarse a interesarse por un libro, por unas cuentas, porque ha tenido demasiadas preocupaciones para subsistir física y afectivamente. Con lo cual no ha entrenado la concentración. No ha parado de buscar el afecto de los que le cuidaban en cada acción. Simultáneamente ha dañado todo atisbo de cuidado por automatismo (inconsciente, impulsivamente), poniendo a prueba la capacidad de los demás para estar con él, para soportarle, para comprobar su incondicionalidad. Con hostilidad y agresividad... .

Una niña de 7 años, dulce, mona, adorada en principio por cualquier cuidador. En su relación con sus educadores repite siempre la misma historia. Se relaciona en principio con facilidad, es alegre, vita, activa, incansable. Pide ayuda, se muestra complaciente. En seguida empieza a verse que pide y pide cada vez más, que nada le satisface. Utiliza sus encantos para conseguir cosas, en general materiales, se relaciona con todos, no para de seducir, no le basta con su tutor, con su educador, se acerca a todos. Tiene armas para conseguir lo que quiere, manipula, utiliza. En las ocasiones en que no consigue lo que quiere, menos de las que sería razonable, despliega una rabietas brutales. Chilla, patalea, muerde, agrede. Si de repente se da cuenta de que puede perder algo que le interesa, frena de repente y de forma fría y calculada, sin continuidad emocional con lo anterior, vuelve a su actitud amable. Maquina todo el tiempo, es incapaz de trabajar un rato seguido, si no obtiene nada a cambio. Esta niña viene de una familia monoparental, un padre preso y un padrastro abusador que la adoraba... .

El apego dañado, el trauma, la ansiedad, sobre todo en los niños, utilizan también el lenguaje de la hiperactividad. La falta de atención, la impulsividad, la hiperactividad, pueden ser manifestaciones de muchas más situaciones que un cerebro mal madurado por causas genéticas o ambientales (tóxicos, desnutrición, etc). Cada una de sus dificultades necesita un manejo determinado, y no se tratan igual los problemas derivados de una deficiencia orgánica que aquellos que resultan de un conflicto vincular o una relación abusiva, por ejemplo, haciendo el manejo global e integral de estos niños algo muy complejo.

A pesar de ello, o quizás precisamente por ello, estos niños se merecen una evaluación profunda y extensa. No siempre son excluyentes un trastorno hiperquinético y un trastorno del vínculo, o un trastorno post-traumático. La vida de estos niños dificulta una evaluación completa, profunda y ajustada de qué patología tienen y del origen de la misma. De la misma manera que dificulta su tratamiento.

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