Padres
Hoy en día está de actualidad hablar de la hiperactividad. Es un término que se ha popularizado mucho sin que llegue muy bien al público general qué es lo que realmente significa.
El concepto hiperactividad puede tener una connotación positiva, de energía, vitalidad, capacidad para hacer muchas cosas, etc. De hecho, en la sociedad actual todos llevamos una vida un poco hiperactiva.
Por eso cuesta entender que la hiperactividad como trastorno es un problema, que puede ser muy influyente en la vida de algunos niños y sus familias, casi nunca de forma positiva. En general, no suele suponer una gran ventaja para la vida. Más bien al contrario, suele ser una fuente de problemas, fracasos y conflictos. Sin embargo, si se maneja adecuadamente (desde la familia, el colegio, y en general todos los adultos en relación con el niño) el niño hiperactivo puede evolucionar hacia convertirse en un adulto perfectamente normal y satisfecho.
Los padres suelen notar que sus hijos son muy activos desde muy pequeños. Pero el problema del exceso de actividad es solo el más aparente, y no suele ser el más problemático. Al principio sí, los padres suelen pensar que el hijo es un poco “trasto”, que no para, que es un gamberro. Si es una hiperactividad muy marcada desde el principio, pueden quejarse de que son niños desobedientes, que no escuchan, que les da igual lo que se les diga. Los padres se desesperan viendo cuestionadas su capacidad para educar, su templanza, su propio autocontrol. Pero lo más grave tiene que ver con las dificultades que el niño muestra para pensar como los demás niños de su edad. El niño no parece responder a castigos ni a premios, no razona de forma adecuada a su edad, parece inmaduro en muchos aspectos, aunque en otros se ve que es muy hábil; hay que repetirle las cosas muchísimas veces, no parece que aprenda, no es capaz de relacionar un comportamiento positivo con una consecuencia positiva, y viceversa. Esto suele hacer que los padres atribuyan a la propia voluntad del niño el portarse mal. Como en algunas situaciones se comporta bien, como lo que desobedece es aquello que más esfuerzo cuesta, el padre tiende a pensar que su hijo hace lo que le da la gana, que es un malcriado. Y se pregunta qué es lo que está haciendo mal. Además, si tiene otros hijos sin estos comportamientos, se desespera de no ser capaz de educar a éste. A los padres les cuesta entender que al niño le compense comportarse mal, no hacer los deberes, perder las cosas, para estar todo el día recibiendo broncas, tener a los padres enfadados, no tenerles disponibles de buen humor, para jugar, para salir. Desde la frustración, los padres empiezan a culpar y responsabilizar al niño totalmente de su conducta, empezando a mandarle el mensaje, implícita y explícitamente, de que es un desastre, que es malo, desagradecido, etc, lo cual es nefasto para el desarrollo de su propia imagen, identidad y autoestima.
La conducta indisciplinada llama tanto la atención y requiere tanto esfuerzo en los padres, de control, de supervisión, de corrección, continuo y por ello agotador, que si no se paran a pensarlo, pueden no tener cuidado en fijarse en las virtudes, capacidades, habilidades, talentos, del niño. Y si los padres no se fijan en ello, los niños menos aún. La mirada de los padres es un importante constituyente de la autoimagen y autoestima del hijo.
Todo esto que estamos comentando y se irá detallando en los distintos apartados, es lo que se llama un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), que es un trastorno del desarrollo cerebral, en que el cerebro del niño, y sobre todo algunas regiones, se desarrollan a un ritmo diferente del de otros niños. El TDAH es un problema serio, que afecta a un número importante de niños (entre un 3 y un 6 %) y que puede llevar a grandes fracasos vitales a personas que sin embargo tienen muchas virtudes y habilidades.
El trastorno TDAH está en el propio niño, de hecho supone un desarrollo cerebral diferente al de otros niños con un desarrollo más típico, pero depende en gran medida de la familia y del colegio que el trastorno cree los menos problemas posibles y se convierta en una característica más del niño, y no en una zancadilla permanente para su desarrollo.